Trabajar desde casa puede suponer un trastorno, incluso en la mejor de las circunstancias. Empecé a trabajar fuera de la oficina a finales del siglo pasado (¡cuánto tiempo ha pasado ya!), así que por mi experiencia al respecto puedo asegurar que es también un enorme privilegio que, además, puede hacernos mejores profesionales, y tal vez incluso mejores personas.
La razón es que el cambio genera oportunidades. Por supuesto, teletrabajar, sobre todo si es la primera vez, puede requerir una importante adaptación de nuestra vida laboral. Sin embargo, aquellos que aprovechen este reinicio de las viejas formas de trabajar para probar nuevos caminos de crecimiento personal y profesional, saldrán fortalecidos de la experiencia.
No cabe duda de que están siendo tiempos complicados. Sin embargo, la vida puede ser especialmente difícil cuando operamos por debajo de nuestro auténtico potencial. Todos hemos podido comprobarlo: personas que se queman o se dejan arrastrar a una cómoda mediocridad profesional. En mi experiencia, esto no tarda en convertirse en una bola de nieve, ya que suele ser mucho más complicado ponerse en marcha en una nueva dirección que seguir arrastrando los pies. Y una vez que dejamos de aprender y crecer, nos resentimos tanto nosotros como nuestra empresa.
Y si esta falta de impulso es la enfermedad oculta de profesionales y organizaciones, ¿qué podemos hacer para no dejar de avanzar mientras trabajamos desde casa? La respuesta es que hay que pasar de una “mentalidad de inmovilidad” a una “mentalidad de crecimiento”, y utilizar este momento de cambio como catalizador que ponga en marcha el proceso de crecimiento personal.
Estas ideas nacen del trabajo de la psicóloga Carol Dweck, de la Universidad de Stanford, sobre el modo en que aquello que creemos sobre nosotros mismos conforma nuestro comportamiento. Con una mentalidad de inmovilidad, damos por hecho que no podemos cambiar ni nuestro carácter ni nuestras capacidades de un modo significativo. Por su parte, la mentalidad de crecimiento acepta de buen grado el desafío y ve el fracaso como una mera oportunidad para ampliar nuestras actuales capacidades.
Nuestra mentalidad puede ser mucho más importante de lo que parece. Los estudios demuestran la enorme influencia que estas dos actitudes tienen en el comportamiento cotidiano, la capacidad para ser felices e incluso la consecución del éxito o el fracaso en la vida profesional y personal, por lo que las ventajas de adoptar una mentalidad de crecimiento resultan evidentes.
En mi caso, el secreto está en plantearme retos que sé que soy capaz de lograr. Aunque los gimnasios estén cerrados, puedo cambiar el trayecto diario al trabajo por 30 minutos en la máquina de remo. Y aunque ahora mismo no puedo jugar con mi equipo de voleibol, sí podemos seguir trabajando como un equipo: todas las semanas donamos paquetes de comida a nivel local, lo que nos permite hacer juntos algo muy importante. De hecho, el crecimiento personal suele comenzar al dedicarte a la comunidad.
En el trabajo, el abandono de la zona de confort puede comenzar por algo tan pequeño como pasarse a la tecnología de nube en vez de seguir almacenando archivos de forma manual, pero el aprendizaje nacido del acto de apostar por nuevas prácticas puede propiciar un crecimiento personal más profundo y una satisfacción duradera. A mí me ha sorprendido descubrir que incluso las plataformas de mensajería empresariales (socialmente distantes) son capaces de propiciar una mejor comunicación entre equipos, pues todos estamos accesibles y al alcance de los demás desde cualquier parte del mundo.
Como veterano en la adaptación al trabajo fuera de la oficina, ya sea desde mi casa o desde cualquiera de los 30 países que suelo visitar por negocios cada año, afirmo que las nuevas formas de trabajar siempre pueden propiciar mejores formas de trabajar. Solo hay que encontrarlas. ¡Buena suerte!
Dirk Devogelaere