La teoría es sencilla: tu espacio de trabajo afecta a tu forma de trabajar. Un entorno caótico no es muy apropiado para el bienestar general. La parte positiva es que esto funciona en ambos sentidos: minimizar el desorden puede ayudarte a ordenar la mente, las emociones y la vida laboral.
Mantener la casa en orden puede suponer todo un reto incluso en las circunstancias más favorables. Pero cuando todos los miembros de la familia (y el perro) se pasan el día ocupados bajo el mismo techo, resulta aún más complicado crear un entorno laboral ordenado. Yo trabajo en casa desde mucho antes de que se convirtiese en algo cotidiano y esencial para tantas personas, y sí, sé lo importante que es no permitir que la vida doméstica se filtre en el espacio laboral.
Aparte del tiempo precioso que se pierde buscando un papel perdido en una mesa atestada, el desorden también puede afectar a nuestro bienestar de maneras inesperadas. Se ha demostrado que el sentirse abrumado por el desorden en el hogar provoca procrastinación y puede llegar incluso a tener un gran efecto en nuestras emociones, nuestro comportamiento y las relaciones con los demás.
La Universidad de Chicago llevó a cabo un interesante estudio sobre cómo el nivel de desorden en el entorno de los alumnos afectaba a su productividad. Se comprobó que aquellos en un ambiente ordenado eran capaces de concentrarse en sus tareas casi 8 minutos más que los que trabajaban en una mesa desordenada. Si trasladamos ese dato a la semana laboral, esos 8 minutos se van sumando y pueden llegar a marcar la diferencia entre dejar de trabajar a nuestra hora o no.
Tal vez no resulte sorprendente. Los neurocientíficos llevan años demostrando que a nuestros cerebros les gusta el orden y la organización. Por otra parte, los entornos desordenados están llenos de distracciones que demandan constantemente atención y afectan a nuestra capacidad para procesar otra información y concentrarnos en lo que tenemos entre manos.
¿Por qué es importante todo esto? Una oficina organizada puede proporcionarnos una sensación de control y competencia, ingredientes esenciales para potenciar la productividad y el rendimiento. O, como explica Daniel Goleman en Focus, la capacidad para concentrar nuestros esfuerzos predice con gran precisión el grado de éxito en un empeño dado.
Ordenar el escritorio puede parecer algo poco importante, pero si damos a la mente espacio para que sea capaz de concentrarse, estaremos invirtiendo en nuestro rendimiento Estos pequeños pasos, como por ejemplo despejar la mesa de trabajo u ocuparnos del correo el día que llega, pueden suponer una gran diferencia a la hora de ordenar nuestra vida profesional.
Por fortuna, he comprobado que la purga del entorno de trabajo no tiene por qué ser una tarea ni penosa ni arriesgada. En mi caso, la principal ayuda para mantener ordenados tanto el escritorio como la mente ha sido la capacidad de aprovechar la digitalización de archivos, desde las fotos familiares hasta el papeleo. Así puedo convertir la confusión en útiles archivos que almaceno de forma ordenada y segura, fuera de la vista hasta que requieran mi plena atención.
Y si necesitamos involucrar a otras personas, especialmente miembros de la familia, en nuestra política de limpieza de escritorios, la música o la pizza pueden facilitar las cosas para aquellos que no compartimos la pasión de Marie Kondo por limpiar y organizar. Y si eso no funciona, hay que recordarles que al recoger no solo liberamos espacio, sino que también la mente, ayudándonos a mejorar los espacios de la casa para todos.
Herald Mulder